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De la anterior crónica, no por demeritar la vida de otros magníficos sacerdotes, queremos hacer mención, primero, de uno de ellos; puesto en que su tiempo llevo a cabo notables obras que tiene relación con la explotación de las minas de piedra de nuestro municipio.
“El día 15 de marzo de 1770 años, tomo posesión de este curato el señor don José Atanasio Díaz Tirado. En su tiempo se descubrieron las pedreras de este pueblo, puso la fabrica de teja en el patio de esta Iglesia. Desempeñó las tierras de Acuaco que tenían empeñadas los indios en 220 pesos, y les compró el Rancho Viejo del “Alto Acuaco”, en la cantidad de 350 pesos”. De esto ultimo inferimos que la mención del “Rancho Viejo” que se hace desde ese tiempo, corresponde a un asentamiento prehispánico, de acuerdo a los vestigios hallados, observándose en la crónica citada que con el nombre del rancho se identifica a los antiguas poblaciones.
Hallándose éste entre colonia del Carmen, Xalehuala y el actual Acuaco, así mismo al referirse al “Alto Acuaco” se nos da la idea de la actual ubicación de Zaragoza.
Don Ambrosio López del Castillo, oriundo de Tlatlauqui, es el segundo cura al que nos queremos referir, este sacerdote con carácter de interino llegó a Tlatlauqui en 1831 permaneciendo hasta 1842. se refiere que tuvo muchas virtudes así como también fue quien erigió las magnas torres de la iglesia de Tlatlauqui, en la crónica está asentado:.
“........ Nos reunimos y empezamos a acarrear piedras todos los domingos, infinidad de gentes íbamos a cargar piedra, iban también muchos arrieros con mulas y jumentos todos enflorados, por fin, era un paseo provechoso tratamos de la cal e íbamos a poner hornos al rancho de Acuaco: hubo vez que nos reunimos ahí más de 3000 (personas), pero por supuesto por delante lo más principal; ahí estábamos algunos días en medio de música, clarines, trompetas, rosarios y alabanzas, vino la cal y se pensó en el peonaje y manufactura”.
RUINAS DE LOS HORNOS DE CAL EN ACUACO.
Aparece allá a lo lejos un claro rodeado de una belleza sin igual, un rincón cerca de una cordillera de acantilados adornados de riscos y árboles añosos olorosos a frescura matinal; por su suelo corre un arrollo cantarino que rodea graciosamente el lugar, cantos de gorriones y ruiseñores alegran el ambiente, olor a tierra mojada, mirtos y hierbabuena. En ese lugar lleno de vida y armonía natural, nace un lugar llamado Acuaco.
Este fue escogido por inmigrantes españoles para construir un pequeño rancho, la familia de los señores Lavín, al cual más tarde le podrían el nombre de villorrio de “San Isidro” ¿quiénes fueron estos inmigrantes? Se cuenta que estas personas llegaron de Zaragoza, España allá por el año de 1886.
Dedicados al campo y a la cría de ganado vacuno y lanar, fue tanta la prosperidad de dicho villorrio, que solicitaron personal para el trabajo, llegando familias enteras de Tetela, Zacapoaxtla, Libres, las Trancas, Teziutlán etc.
Así fue como nació un lugar cosmopolita, a todas las familias por separado les dieron sus casas, y ese conjunto de personas eligieron a “San Isidro” como santo patrono. Así lo hacen saber al patrón, quien a su vez da permiso para que así se llame el villorrio, ya que le cuentan que aquí en México, “San Isidro” es el abogado de los agricultores, se hace una gran fiesta, matan dos novillos para la comida, se reza, se baila.
Los señores Lavín traían de su tierra natal a “La Virgen del Pilar”, la cual los acompañó en su travesía por mar hasta estas hermosas tierras, curiosamente los señores Lavín vestían a la usanza campesina española, pantalón oscuro de tela como dril, camisa de mangas anchas, botas de piel, así como un gracioso chaleco, pañuelo al cuello y una gorra de fieltro negro. Poco a poco y por el trato que tenían con personas que los frecuentaban por sus negocios, su vestimenta fue cambiando, lo primero en trastocarse fue la gorra que cambiaron por un buen sombrero de ala ancha, más tarde el pantalón más ajustado y finalmente cambiaron el chalequillo por un jorongo de lana hecho por aquí en la región.
ACUACO
(Lugar de la serpiente de agua)
Acuaco cuna de águilas, altivas majestuosas
que llegaron a tu suelo en pos de la fortuna
fincando su esperanza en frondas olorosas
rodeados de pinares, ahí nació su cuna.
Es un valle alejado de rumores
que existe en este tiempo todavía
solo embalsama su aire hermosas flores
y el confortante sol del medio día.
Junto, un arroyo que refresca el suelo
crece la hierba alrededor nacida
un azul infinito en ese cielo
adonde todo denota nueva vida.
El ave errante al espirar la tarde
canta y es un canto lastimero
mirando allá a lo lejos un lucero
y tras la montaña el sol que arde.
Ahí nació mi hermosa Zaragoza
forjada por dos razas orgullosas
una morena ojos negros piel hermosa
la otra altiva de costumbres salerosas.
MARGARITA SUÁREZ CASTAÑEDA
SAN ISIDRO LABRADOR PATRÓN DE LOS CAMPESINOS DE ACUACO.
La prosperidad que alcanzó el villorrio de San Isidro va más allá, en relación a lo recogido por la tradición oral. Se sabe que en ese lugar ubicado en la comunidad de Acuaco, don Juan R. Lavín, y don Emeterio Lavín, establecieron a su vez la base de su feudo, el casco de la poco comentada hacienda de Zaragoza.
Los informes que se tienen de ella corresponden al siglo pasado, un escrito de inconformidad debido a un despojo sufrido por el señor Pomposo Aguilar, de la comunidad de Zautla, Puebla, dirigido al señor procurador de justicia del estado en el año de 1925 refiere:
Que la Comisión Nacional Agraria, por conducto de la Secretaría General, transfirió una queja de los vecinos de Xonocuautla y Ocotlan, del municipio de Tlatlauqui, firmada por un gran número de vecinos
De ahí se toma lo siguiente:
PRIMERO.- Por reales cédulas y demás documentos que obran en el Archivo General de la Nación en los volúmenes respectivos de Mercedes y Aguas y que en copia acompañamos, aparece que se concedieron tierras al municipio de Tlatlauqui y a los indígenas de su jurisdicción para su explotación y aprovechamiento procumunal, las que se han sucedido de padres a hijos de acuerdo con las disposiciones contenidas en la gracia a merced que los hizo dueños.
SEGUNDO.- En contravención a las disposiciones agrarias, el jefe político de Tlatlauqui, por el año de 1856 despojó a los indígenas de sus tierras adjudicándoselas a particulares dando margen a la formación de latifundios con perjuicio de los indígenas.
TERCERO.- Fue el español don Juan R. Lavín el favorecido principalmente por este despojo quien de pequeñas propiedades llegó a formar la hacienda de Zaragoza que hoy se denomina Zaragoza y anexos.
CUARTO.- Don Juan R. Lavín años después vendió a los señores Rueda y Mondragón, dos burgueses que gozaban de alta influencia en el gobierno de la dictadura que conservaron el despojo.
QUINTO.- Durante la Revolución Constitucionalista el general Antonio Medina, ordenó que provisionalmente y en forma de arrendamiento se nos pusiera en posesión de nuestras legítimas propiedades que hasta la fecha hemos venido conservando.
SEXTO.- Comprendiendo los señores Rueda y Mondragón la imposibilidad de arrebatarnos nuevamente nuestros legítimos derechos, idearon despertar la codicia del general Florencio Morales Carranza a quien por cantidad irrisoria le arrendaron la hacienda mencionada, permitiéndole usar de nuestros terrenos, cosa que se hubiera realizado a no ser por el ultimo movimiento revolucionario que hizo huir de aquella región al general Morales Carranza.
SÉPTIMO.- Fracasada la intención de los señores Rueda y Mondragón, últimamente han recurrido al fraccionamiento y enajenación de dicha finca, contando para ello el apoyo incondicional de las fuerzas militares quienes han vejado y amenazado a los indígenas provocando una situación demasiado seria, pues nos tienen obligados a defendernos personalmente, lo que daría oportunidad para que nuestros verdugos nos tildaran de rebeldes al actual gobierno, condición que rechazamos con energía.
La actitud del jefe político de Tlatlauqui como se menciona en éste escrito, provocó que a la postre don Juan R. Lavín pasara a ser propietario de una extensión de tierra de cuatro mil doscientos veinte hectáreas y 1187 metros, así como treinta y un fracciones de terrenos anexos. Estos se identifican con los nombres de: Salvadorgco, Buena Vista, Cerril, Los Oyameles, Espinazo del Diablo , Rancho Viejo, Xicahuatamanis, Chicalhuataman, Chicomeapan, Tepeteno, Calzacateno, Xacatlan, Huexcotitlan y Hueychuta.
El latifundista junto con su esposa la Sra. doña Maria Rivas eran propietarios de dicha hacienda que además comprendía el rancho de Toluca (llano de Toluca) que lindaba con terrenos de Chignautla, del distrito de Teziutlán, por el sur, de oriente a poniente con la hacienda de San Miguel Barrientos, del distrito de San Juan de los Llanos, continuaba al norte con Tlatlauquitepec, volvía al poniente hasta llegar al punto de Acuaco, lindando en este trayecto con los mismos vecinos de Tlatlauqui.
Con esto se daba en nuestra región una especie de neo feudalismo, al estilo europeo de donde provenía el terrateniente con una atractiva perspectiva: nuestro territorio, dado el escaso desarrollo socioeconómico y cultural no consentiría nuevos estadíos que pusieran pronto fin al acaparamiento de tierras.
De esta manera surge el nuevo sistema de monopolización de la agricultura, explotación de bosques, cría de ganado y elaboración de cal, llamado hacienda de Zaragoza.
La hacienda se desenvolvió durante el resto del siglo al amparo o sombra protectora de jefes políticos e influencia de las familias Rueda y Mondragón con el gobierno de la dictadura del Porfiríato, sobre esto abundan las dudas, aunque trataremos de ser lo más objetivos posibles.
El día 20 de octubre de 1908, en la ciudad de Puebla, ante el notario público Lic. Patricio Carrasco, los señores Juan R. Lavín y su esposa doña Maria Rivas, vendieron a los señores Fernando Gómez Rueda y José Mondragón la referida hacienda de Zaragoza, Puebla.
El señor Fernando Gómez era ingeniero, se sabe que nació en el año de 1868, mexicano, radicaba en la ciudad de México, D.F. en la calle Iturbide No.23.
En el año de 1895 participó en el deslinde de la hacienda de Tulapilla, Veracruz, junto con don Justiniano López aplicando la Cédula Real de las Cortes de Sevilla, referente a los títulos de tierras comunales.
En el año de 1900, en ese lugar, la Unión Zihuatehutla, Puebla, límites con Cuahuatlán, Veracruz, el coronel Porfirio Díaz Ortega y Mariano Martínez, hijos del dictador de México y del dictador provinciano respectivamente, quisieron adjudicarse las tierras comunales, oponiéndose don Simitrio Betancourt Molina, Miguel Lechuga y el ingeniero Mondragón.
El señor José Mondragón también era ingeniero, al parecer de origen Español, vivía en Tacubaya, quinta calle de “Cano” número 609, casado con la señora Mercedes Reyes, se sabe que murió en la provincia de San Sebastián, España, curiosamente en la misma provincia donde falleció el general Manuel Mondragón, subsecretario de Guerra y Marina, en el gobierno de Victoriano Huerta, iniciador del “Cuartelazo de la Ciudadela” que produjo la caída y el asesinato de Francisco I. Madero, Manuel Mondragón fue exiliado a España debido a tantas derrotas Huertistas.
La posible relación entre estos personajes, sería pues, una de las razones de los campesinos, al decir que los señores Rueda y Mondragón, eran dos burgueses que gozaban de alta influencia en el gobierno de la dictadura lo que les permitió conservar el despojo.
Aunque también se referían a dicho proteccionismo, ya que el 20 de julio de 1900, un grupo de campesinos de Ocotlán, se habían dirigido al general Porfirio Díaz, para denunciar los despojos y acaparamiento de tierras por parte de Juan R. Lavín. En ese ocurso manifestaban además que:
“Tanto nuestros padres como algunos de nosotros tuvimos que militar en las fuerzas de la Guardia Nacional en defensa y sostenimiento de nuestras instituciones a las órdenes de nuestro jefes señores generales Juan Nepomuceno Méndez, Juan Crisóstomo Bonilla y Juan Francisco Lucas y las tropas varias veces al mando de usted, como nuestro primer jefe en algunas operaciones de guerra”.
Pero esa queja firmada entre otras personas por Manuel Agustín Gómez, no prosperó, ya que fue devuelta al jefe político de Tlatlauqui quien desvirtuó los acaparamientos de Juan R. Lavín.
Es de suponerse, que el antiguo dueño de la hacienda don Juan R. Lavín y doña María Rivas, al Vislumbrar la aparición de la primera gran Revolución del siglo XX, hayan decidido deshacerse de estos bienes y ya para 1910, con el estallido de ésta, los nuevos dueños quienes contrario a lo que se piensa, la mantuvieron por poco tiempo, decidieron permanecer en la ciudad de México, utilizando toda su influencia para que no perderla. Además del general Florencio Morales Carranza, quien recibió el arrendamiento, el general Gabino Bandera y Mata, Constituyente de 1917, también la rentó. El ingeniero José Mondragón, emigró a San Sebastián España después de todo.
Durante la Revolución Constitucionalista, al ser intervenidas las grandes fincas y haciendas, el general Antonio Medina ordenó que provisionalmente y en forma de arrendamiento, se pusiera en posesión de las tierras de la hacienda de Zaragoza a los pueblos de Ocotlán, Xonocuatla y Tepeteno. Lo anterior en razón de que en noviembre de 1915, la Comisión Agraria establecida en Teziutlán por el general en jefe de la Tercera División de Oriente del Ejercito Constitucionalista, con jurisdicción en los distritos de Huauchinango, Chignahuapan, Teziutlán, Tétela, Tlatlauquitepec, Zacapoaxtla, Zacatlán, Libres, Chalchicomula, Tecamachalco y Tepeaca, pidió al Sr. José Betancourt, sub comandante militar de Zaragoza, los padrones de las familias de los pueblos o barrios de Oyameles, Tepeteno, Xonocuatla, Ocotlán, Zaragoza, Las Trancas y Atempan, con el objeto de proceder de una manera equitativa al fraccionamiento de las tierras de la hacienda de Zaragoza entre los que realmente tuvieran la necesidad de ellas para su subsistencia.
Desde el 6 de enero de 1915 un decreto gubernamental había determinado que los pueblos que habían disfrutado la posesión de la hacienda anteriormente, la siguieran teniendo.
En el mes de febrero de 1916, el general Medina concedió autorización al C. José Betancourt para celebrar contratos de arrendamiento de la hacienda, en el concepto de que ningún contrato sería válido sin la autorización del cuartel general. Al realizarse estudios por parte de la Comisión Local Agraria, se eximieron del reparto las rancherías de Oyameles, Tzincuilapan e Ixmatlaco. Se observó que éstas rancherías estaban separadas por una faja de terreno de la hacienda y que los pueblos de Acuaco, Zaragoza y las Trancas no tendrían de donde poder tomar tierras para su dotación si se diera posesión de todas las tierras de la hacienda a los pueblos de Tepeteno, Xonocuatla y Ocotlán, tal como pretendían los representantes agrarios, sin fundamento, ya que algunos pueblos no tenían posesión de las tierras, solo contratos de arrendamiento para la siembra.
Respecto de las personas que adquirieron fracciones de la hacienda en compraventa, al verse afectados en sus compras, decidieron hacer uso del derecho constitucional, promoviendo denuncias por despojo y daños en propiedad ajena, así como solicitudes de amparo, clamando en escritos categóricos, con sendas citaciones del derecho romano, que se les devolviera la posesión de las tierras. Comenzaron a surgir entonces algunos documentos notariales en los que inexplicablemente se acreditaba la desintervención de la hacienda de Zaragoza por el Gobierno Constitucionalista, de acuerdo a un supuesto decreto del Presidente de México, toda vez que los Rueda y Mondragón comprobaban los derechos de propiedad y no sujetaban a reclamo alguno los daños que habían sido causados por motivo de la intervención.
Consecuentemente se ordenó a la Administración Local de los Bienes Intervenidos de la Cuidad de Puebla, la inmediata entrega y devolución de la hacienda a don Fernando Gómez Rueda y a la señorita Luz Reyes y Piña, (quien en la provincia de San Sebastián España, fue facultada de acuerdo al testimonio de poder conferido para que pudiera vender, comprar, dar o recibir en pago o compensación o parcial, ceder o permutar.).
Quizás a estas facultades se debió que Luz Reyes y Piña renunciara o cediera a favor de Fernando G. Rueda lo correspondiente a
José Mondragón, para que de esta manera resultara heredera universal de la hacienda o lo que quedaba de ella, la Sra. Concepción Márquez Vda. de Rueda, a la muerte de éste. La señora Concepción Márquez entró en goce parcial de los bienes, ya que la mayoría de estos fueron destinados para utilidad pública, sin retroactividad de la ordenanza revolucionaria del reparto. Irónicamente Zaragoza y sus comunidades más importantes como las Trancas y Acuaco no figuraron en el reparto de la hacienda de Zaragoza.
En la disyuntiva entre la justicia y el derecho, como en los casos en que triunfa el bien sobre el mal, se impuso de justicia, superando su acción dubitativa algunos pueblos indígenas que no daban crédito a la acción del gobierno que procedía al reparto definitivo y al no haber aceptado en un principio lo que se les daba, por último decidieron aceptarlo. No todos tuvieron mejor suerte, algunos tuvieron que comprar a la viuda de Gómez Rueda, (pequeñas propiedades), tal fue el caso de los pueblos de Zaragoza, (algunos vecinos) Oyameles, Ixmatlaco, Tetzoncorral, Las Trancas, Acuaco, Huitzizilapan y Cuahuatzalan.
Todos ellos celebraron contratos ante el notario público Jacinto Guzmán y Parra, de Tlatlauqui; estando de acuerdo C. A. Maldonado, representante de la Hacienda Pública subalterno del Poder Ejecutivo Federal, autorizando las compras el entonces Presidente de la República don Venustiano Carranza.
La ambición por la tierra no terminó ahí. Ya que el 31 de diciembre de 1920, se solicitaron garantías al Gral. Alvaro Obregón, a efecto de que estos pueblos fueran respetados en sus compras, para esto el Gral. Alvaro Obregón telegrafió al gobernador José Maria Sánchez , y ordenó que se suspendiera todo acto posesorio contra las tierras compradas a la viuda de Gómez Rueda, ya que tales adquisiciones estaban ajustadas a la Ley. Los indígenas de estos pueblos se habían entrevistado con Obregón , poniéndolo al tanto de que existían sucesos sangrientos entre los campesinos y eternos ambiciosos, lo que había culminado con la muerte de personas de ambos lados, esto era justificado por el ingeniero José Torres Navarrete, ya que se hablaba que los choques provenían desde 1914.
Con fecha 19 de noviembre de 1922, el recaudador de rentas de Tlatlauquitepec, expidió mandamiento de embargo contra la señora Concepción Márquez Vda. de Rueda, por adeudo de impuesto predial por la cantidad de $1,338.38 . Como ejecutor comisionado, actuó el C. Ernesto C. Díaz, llevando a cabo un embargo de la parte de la hacienda el 3 de Noviembre de ese año, por no pagarse los adeudos. Las diligencias se practicaron en la Secretaría de la entonces Junta Auxiliar de Zaragoza, al no haberse encontrado a la deudora. La primera almoneda tuvo lugar el 21 de noviembre de ese año, dándosele conocimiento al Presidente Municipal y al Ministerio Público. Hasta la séptima almoneda no hubo postor alguno, por lo que se suspendió la tramitación, reanudándose hasta el primero de marzo, fue hasta la almoneda numero 24 que al no haber postores, se fincó el remate a favor del fisco, nombrándose interventor y depositario el C. Luis C. López. Sin embargo estas diligencias fueron anuladas por la visitadora de Hacienda al considerar que hubo irregularidades en la misma.
En el año de 1938, la hacienda de Zaragoza tuvo su fin, cuando por último el ingeniero Badillo Rangel, entregó la posesión de lo que quedaba de ésta a los campesinos de Xonocuautla. Sin embargo el casco de la hacienda y unas cuantas hectáreas de montaña y tierra de labor quedaron en poder del Sr. José López Sáenz quien al parecer era el administrador. A mediados de la década de 1970 quedó en poder de una familia de apellido Briones, quien la sigue conservando.
Retrocediendo en la historia, nos encontramos que con la puesta en marcha del ferrocarril por estos lugares, se incrementó de manera notable la actividad comercial, al contarse con este eficaz medio de transporte que daba empuje a la agricultura de las haciendas, a la promisoria minería y el abastecimiento de mercancías de las casas comerciales. Se prescindía así de las primitivas carretas y diligencias tiradas de bestias.
El 25 de junio de 1881, el Gobierno Federal otorgó al Gobierno del Estado de Puebla una concesión para construir y operar por 99 años, un ferrocarril de la Estación de San Marcos al Puerto de Nautla en el Golfo de México. Las condiciones estipuladas en el contrato eran similares a aquellas de otros ferrocarriles y las vías tendrían un ancho de tres pies. Para poder comenzar el trabajo de estudio, ubicación y construcción de la línea, el Gobierno del Estado de Puebla transfirió la concesión a la compañía de Los Ferrocarriles de la Sierra Norte de Puebla, la cual aceptó las prerrogativas y obligaciones del contrato.
El Gobierno Federal aprobó la transferencia el 20 de septiembre de 1881, dicha compañía transfirió la concesión al general Hermenegildo Carrillo, quien junto con otras personas formaron una compañía que llevó su nombre. Esta transferencia fue aprobada por el Gobierno Federal el 7 de junio de 1890.
Mientras tanto, el general Carrillo y su compañía habían obtenido directamente del Gobierno Federal otra concesión, fechada el 20 de septiembre de 1889 para un ferrocarril que partiría de San Juan de los Llanos cruzando Santa Lugarda, Cuyuaco, Zacapoaxtla y Tlatlauqui hasta llegar a Teziutlán.
Para explotar estas concesiones el general Carrillo formó a través de un documento extendido en la ciudad de México el 30 de enero de 1890, ante la notaría del licenciado don Manuel de Chacero, una compañía llamada Ferrocarriles de la Sierra de Puebla S.A, el 8 de junio de 1890, las concesiones del 25 de junio y las de diciembre de 1889 fueron revisadas y se unieron en un solo contrato que pertenecía a la nueva compañía, para formar un ferrocarril de San Marcos a Nautla vía Teziutlán, con un ramal desde un punto conveniente de la línea principal a Zacapoaxtla y otro ramal opcional de Teziutlán a Perote en el ferrocarril interoceánico. Este ultimo ramal no sería subsidiado.
En un documento fechado el 20 de agosto de 1901, y enviado al Ministerio de Comunicaciones, Martínez del Río, pidió la aprobación del Gobierno Federal para adquirir el ferrocarril de San Marcos a Tecolutla y sus necesidades para una nueva compañía llamada el Ferrocarril Oriental de México, la cual acababa de ser establecida en Londres. El Gobierno Federal el 31 de agosto de 1901, otorgó el permiso para la transferencia de esta compañía mexicana a una extranjera con la misma falta de conciencia con la que había procedido en previas ocasiones.
La venta se llevó a cabo en la ciudad de México el 24 de diciembre de 1901, ante el notario Lic. Manuel Álvarez de la Cortina. El precio de venta del ferrocarril y sus propiedades fue de un millón setecientos cincuenta mil pesos, de los cuales la mitad fue pagada en efectivo y la otra mitad a crédito con una hipoteca del ferrocarril.
El Gobierno Federal no aprobó la venta del ferrocarril de San Marcos a Tecolutla a la compañía del Ferrocarril Oriental de México sino hasta el 13 de marzo de 1905. (The Mexican Eastern Railway. History of this lineand its iease by the interoceanic Railway)
Los plazos que para la construcción se habían fijado, obligaban a la empresa a terminar para el 31 de diciembre de 1899,37 kilómetros sobre los que tenía ya construidos , 50 kilómetros cada trienio y terminar toda la línea para el 31 de diciembre de 1905. La subvención que se concedió a la empresa fue de cuatro mil pesos por cada kilómetro construido y aprobado. El numero de kilómetros subvencionados era de 249, sin derecho a que se pagara ninguna diferencia si la línea y el ramal a Zacapoaxtla dieran una longitud menor a los 249 kilómetros.
EL EXCESO DE LLUVIAS EN ZARAGOZA.
El exceso de lluvias en Zaragoza y la falta de brazos no hacia posible la entrega del numero de kilómetros que la ley de concesión prevenía para el 31 de diciembre de 1899. El concesionario pedía que se declarara caso de fuerza mayor el impedimento aludido, la Secretaria de Comunicaciones y Obras Públicas por su parte pedía informes al jefe político de Tlatlauqui para verificar estas causas. Previamente la autoridad local hacía saber a la Secretaría General de Gobierno de Puebla, en septiembre de 1898: “hasta hoy no existe en este distrito, ninguna estación ferrocarrilera pues si bien es cierto que hace varios años la vía de San Marcos a Nautla y hoy de San Marcos a Tecolutla tiene principiada una en el punto nuevamente denominado Zaragoza, por motivos que ignoro no ha podido terminarla”.
Sin embargo, por documentos que obran en el archivo municipal de Tlatlauqui, se establece que:
“El Sr. don Juan Lavín, residente de Zaragoza, estación del ferrocarril, de San Marcos a Tecolutla, cedió a la empresa del expresado ferrocarril, por medio de la minuta que se depositó en México, ante el notario don Manuel Chavero, el día dos de octubre de mil ochocientos noventa y siete, el terreno que fuera necesario para la vía y estación mencionadas, dentro de la propiedad de dicho Sr. Lavín, y el agua que en la estación hiciera falta, a cambio de un pase libre anual a favor del mismo Sr. Lavín, por las tierras de la compañía, y del permiso que se concedió a éste de construir una bodega y un despacho en terrenos de la repetida estación”.
La empresa del ferrocarril de San Marcos a Tecolutla entró en posesión de los terrenos y agua, y el Sr. Lavín recibió un pase libre anualmente, teniendo construida la bodega en terrenos de la estación. El 25 de abril de 1902, el Sr. Lavín dirigió una carta a don Felipe Martel, amenazándolo con quitar el agua a la empresa, lo cual provocó la intervención del representante legal en la queja que referimos. Como es visto la instalación del ferrocarril, trajo consigo discrepancias que fueron arregladas con posterioridad.
El día 24 de agosto de 1899, ante el notario Chavero, el señor Lavín ya se había comprometido a vender a la compañía de los Ferrocarriles de la Sierra de Puebla, la leña y durmientes en las cantidades necesarias para dicha compañía. Pero la compañía del Ferrocarril Oriental Mexicano, al adquirir la propiedad del ferrocarril de la Sierra de San Marcos a Tecolutla, perteneciente a Ferrocarriles de la Sierra, hizo que se subrogaran los derechos y obligaciones consignados en las anteriores minutas del 2 de octubre de 1897 y 24 de agosto de 1899.
Con fecha 18 de octubre de 1902, con la fe del notario público Juan M. Villela, en la ciudad de México, asistido de los testigos don Gonzalo C. Landgrave y don Heliodoro C. Caballero, se presentaron el Sr. Juan Lavín, por su propio derecho y el señor don Nicolás Martínez del Río, representante del Ferrocarril Oriental Mexicano, con el fin de celebrar un nuevo convenio, en el cual, Lavín cedía y traspasaba a dicha compañía las porciones que había ocupado el ferrocarril de San Marcos a través de la hacienda de Zaragoza, tanto el derecho de vía como la estación establecida. Lavín cedía el volumen total de agua para la estación y los trenes, por su parte, la empresa le permitía la colocación de una toma de agua en el tinaco establecido en la estación, con los gastos y costos por cuenta de Lavín. También se le permitía ocupar el despacho y bodega construidos. Lavín consideraba ampliamente cubierto el valor del terreno y agua cedidos, con las diversas prestaciones en su favor, no estipulándose ningún precio, ya que hacia saber que obtenía una gran ventaja con el paso del ferrocarril por su hacienda.
El señor Nicolás Martínez del Río, representaba a la compañía limitada del Ferrocarril Oriental Mexicano, en virtud del poder que la compañía otorgó al licenciado don Pablo Martínez del Río, en la ciudad de Londres, Inglaterra el 7 de enero de 1902 ante el notario Yohn William Peter Yauralde, facultándosele para llevar a cabo cualquier contrato el 19 de febrero de 1902. De acuerdo a algunos documentos y textos de archivo de la biblioteca especializada de los ferrocarriles de la ciudad de Puebla, para el 30 de junio de 1903, se encontraban terminados la cantidad de 126,500 kilómetros de la línea San Marcos a Tecolutla. Dicho de otra manera, se encontraba terminado el ramal que llega hasta Teziutlán.
Luis Audirác, en su compilación “Teziutlán, apuntes geográficos e históricos”, dice que para el año de 1900 “alguno contaba que había hecho una travesía en un armón que lo condujo hasta Zaragoza, una estación lejana a la que ya llegaban las locomotoras”.
Respecto a las primeras locomotoras, la historia del Interoceánico Nacional dice que el ferrocarril de San Marcos a Tecolutla, tenía cuatro locomotoras numeradas de 1 al 4, cuando las mismas fueron otorgadas al Oriental Mexicano fueron marcadas con las letras O.N. pero mantuvieron los mismos números, el Oriental de México añadió dos locomotoras en 1902 y otras dos en 1904, reenumerando todas las máquinas del 1 al 8. Otras locomotoras que funcionarían entre 1902 y 1930 son: Baldwin Núm.20384 y Baldwin núm.20385 (1902), Kerr Stuartand Co. Núm.822 (1904) y Kerr Stuart and Co. Número 76 y 823 (1930). Después de 1948 cuando la línea del Ferrocarril Interoceánico principal que iba hacia Veracruz fue transformada a vía ancha, el ramal entre Oriental y Teziutlán permaneció de vía angosta y la actividad en ambas vías continuó en Oriental.
UNA DE LAS PRIMERAS LOCOMOTORAS DEL RAMAL ORIENTAL – TEZIUTLAN
LA ESTACIÓN DEL FERROCARRIL DE ZARAGOZA. EL EDIFICIO DEBE SER CONSIDERADO COMO UN MONUMENTO HISTÓRICO, NO SOLAMENTE POR SUS FUNCIONES COMO UNA ESTACIÓN RURAL, SINO POR EL PAPEL HISTÓRICO EN LOS PASADOS HECHOS DE LA REVOLUCIÓN.
SEÑORAS DE LA POBLACIÓN QUE PROPORCIONABAN ALIMENTOS A LOS VIAJEROS, EMPLEADOS Y GUARNICIÓN DEL FERROCARRIL
Puede decirse que “el monstruo de acero”, fue el incentivo para el nacimiento de la población que hoy conocemos. El acontecimiento en si, reunió a muchas familias que no por el hecho de llegar con los empleados del tren, ya tenían asegurado un lugar donde vivir. Se cuenta que la estación se volvió el lugar de reunión de las personas de ese tiempo, ya sea por curiosidad de ver la llegada del tren o por que hacían de ese lugar un apoyo a su economía con la venta de flores, fruta, antojitos, café etc.
El tren de pasajeros siempre venía escoltado, pues se cuenta que existían muchos disturbios por las serranías, también fue un sistema de transporte eficaz para el traslado de contingentes de la Revolución que se dispersaban por varios puntos de la sierra. El tren de carga llegó mas tarde que el de pasajeros, entonces el movimiento se hizo mayor pues los envíos de mercancía eran prósperos, llegaban productos de la sierra en mulas, burros y carretas a través de caminos rurales, aquí se cambiaban por productos que venían de la capital del estado. En este se transportaba el ganado que del norte traían rumbo a la costa para su engorda, más tarde lo subían para su comercio en la capital.
También se acarreo mucho tiempo madera, principalmente durmiente, ese fue uno de los negocios de los señores Rueda y Mondragón, pues ese durmiente llegaba hasta Monterrey. Muchos años fueron los que el tren dio servicio a esta región, muchos los pueblos que se beneficiaron con su paso, pero tristemente todo cambia y esto no fue la excepción. Las circunstancias hicieron que este beneficio fuera retirado y con tristeza la gente dejo de oír ese silbato que anunciaba su presencia.
El tren es un símbolo histórico para Zaragoza, por que éste vio nacer a nuestra población, hoy quedan sus instalaciones como mudos testigos de aquella época y otros pueblos quedaron olvidados por la serranía. Su desaparición fue el 14 de abril de 1993.
EN ESTA HISTÓRICA FOTOGRAFÍA SE APRECIAN A LA IZQUIERDA LAS RUSTICAS CONSTRUCCIONES DE LA ACTUAL AVENIDA HIDALGO, EN EL CENTRO LA “CASA HUERTA” Y A LA DERECHA NUESTRA QUERIDA ESTACIÓN.